Maurice Lauré fue un ingeniero que, a mediados del pasado siglo, ocupó el cargo de Director General de Impuestos del Gobierno francés y diseñó un impuesto sobre el consumo con el cual se pretendía evitar los nocivos efectos de los entonces vigentes impuestos indirectos que, tal y como estaban configurados, producían notables distorsiones en los procesos productivos de bienes y servicios: favorecían la integración por motivos exclusivamente fiscales de las empresas intervinientes en las distintas fases de producción e impedían conocer la carga realmente soportada por los bienes que eran objeto de exportación o la que habría que imponer a los bienes objeto de importación para equiparar su carga fiscal con la de los bienes producidos dentro del Estado.

El impuesto por él diseñado superaba todos los problemas que se acaban de mencionar y era especialmente útil en el marco de un mercado único para varios países en relación con el carbón y el acero, en la medida en que, con dicho impuesto, ni se incentivaba fiscalmente por los Estados la exportación de tales productos ni se penalizaba la importación de los mismos por los Estados receptores de tales bienes.

La ampliación de ese modelo embrionario de mercado único adoptado por seis países se vería ampliado con el tiempo, tanto desde un punto de vista territorial, a muchos más estados, como desde el punto de vista del ámbito de aplicación de ese mercado único, que se extendió a todo tipo de bienes y ser